martes, 6 de mayo de 2008

el bisturí de juan josé millás

me gusta - y lo digo con mucho orgullo - saber que aún soy de las personas que no pierden la capacidad de sorprenderse, cualidad que además admiro en la gente más cercana a mi. acabo de venir de la conferencia con juan josé millas en la UPC y tanto a pierre como a mi nos ha traído gratas sorpresas.

nunca he leído a millás (pero después de hoy juro que mañana mismo me compro el mundo, su última novela y ganadora del tan codiciado premio planeta) pero se me ocurrió que si necesitábamos una respuesta para estos días en los que nos da tantas vueltas la cabeza, sería en una conferencia de literatura.

mientras pierre y yo hacíamos dibujitos en hojas para concentrarnos, millás, periodista y novelista, contó la anécdota de cuando le pidieron que se entrevistara a sí mismo. después de autoinvestigarse y anotar datos sobre él mismo, llegó a una pregunta básica: ¿qué hizo que él fuera quien es ahora? y con ella abrió un gran mapa de conexiones en nuestras mentes, nos hizo retroceder décadas y viajar a través del espacio y tiempo hasta llegar a nuestros nimios 5 ó 6 años y recordar qué fue lo que pasó para que fueramos quienes somos.

yo recuerdo algo tibio de mi tan querida niñez, pero tal vez sea parte del complicado rompecabezas que soy. recuerdo una casa gigante, la casa de mi abuela, llena de puertas, escaleras y recovecos. ayudaba a mi abuelita a separar las semillitas del arroz, pelaba arverjitas y las metía en un bowl, sacaba las pancas de los choclos. era una niña normal, hasta podría decirse que feliz.

pero no había nadie con quien hablar. todos trabajaban, y cuando llegaban del trabajo comían, se gritaban, cerraban las puertas con fuerza, se iban otra vez. no había tiempo para ver que alguien que les llegaba a la cintura estaba ahí, debajo de esa mesa con alfombrita verde (que yo alucinaba que era un inmenso jardín), comiéndose los libros con lo poco que podía entender de ellos. ojeaba las figuritas una y otra vez, las acariciaba, y cada día que aprendía un nuevo garabato llamado letra, los aplicaba a las fábulas de esopo o a aquella edición setentera de el principito.

refugio, igloo, casa del árbol, nave espacial. estar debajo de la mesa era todo y era la gloria a los 4, 5 y demás años que me la pasé ahi debajo. luego, para seguir armando esta estructura que me sostiene, llegarían ana frank y los campeonatos de lectura de las clases de lenguaje en el cole, donde siempre terminaba con una medalla colgando al final del bimestre. seguro que hay algo más para esta columna vertebral de mi infancia, pero de pronto fue lo que recordé con las palabras de millás y mi relación con la literatura.

salimos sonriendo de la conferencia, convencidos de haber hallado algunas respuestas, saludamos a algunos amigos, nos tomamos un par de copas de vino y hasta encontramos a una chica parecida a ana frank a la salida (felizmente eramos dos para atestiguarlo). luego nos fuimos caminando algo inquietos con el futuro, pero con la promesa de mañana mismo comprar el mundo de millás, a ver que otras sorpresas y recuerdos nos destapa.

1 comentario:

Miguel Ángel dijo...

Yo tampoco lo he leído, así que para mí es como el bisturí de "Arnik", lástima que no me hayan puesto la anestesia antes de tremendo corte en cruz que me acabo de hacer para ver qué pasó en mi infancia.