hace unas semanas me caí en un hueco. ahora que lo pienso, fue algo así como un presagio. todos los días uno aprende algo, o en el peor de los casos, recuerda algo útil. los domingos parecen haber sido hechos para recordar o extrañar o para rascarse la pena con las uñas y hacer la herida más grande. el clima en lima empieza a cambiar. la vida, mi vida, parece un círculo, una capicúa, un eterno retorno al centro de la estupidez. nihilismo. vuelvo a la nada y me parece algo normal en mi. hoy he comprado 38 películas clásicas. tengo más de 45 libros nuevos. tengo una nueva lista de pedidos para la farmacia. y esta semana calculo que tendré unas nuevas botas de suela ancha y punta de hierro para caminar en este otoño, este invierno. me estoy abasteciendo para cuando llegue el momento de encerrarse, de asegurar más las puertas. que lo único que pase a través de ellas sea el viento. esta vez prometo que nadie va a ingresar. uno se reinventa y nunca deja de repetir detalles que nos aferren a nuestra esencia. es la única forma de anclarse a la tierra un domingo. pensar que mañana es lunes, ¡y cómo odiamos los lunes!, pero como amamos que con trabajo-noticias-stress y otras mierdas sociales y mediáticas tapemos todo el dolor que un domingo nos da. hace unas semanas caí. y no dejo de caer.
soy el humo de la tetera a punto de hervir. la moneda que cayo por la rendija del desague. la pluma que solto distraidamente un cuervo. o un pavo real. un lunar naranja dentro de un ojo azul. tengo ojos en la espalda para ver las cicatrices que pronto me dejaran. no soy la que todos esperan que sea. quisiera ser ese golpe repentino en la puerta.
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